¡Una Navidad más
vienesa que nunca!

La última partitura
de Mozart

Bruna y Jac han sobrevolado la Viena del s. XVIII con el Globus. Han aterrizado en una plaza donde había un gran mercado de antigüedades. Estaba todo decorado con adornos navideños y, aunque hacía un frío que pelaba, todo el mundo estaba en la calle disfrutando de las luces de Navidad. Los puestos estaban repletos de muebles, baúles, instrumentos y otros objetos antiquísimos.

¡Había algunos que tenían
más de cien años!

En uno de los puestos había un piano de cola lleno de polvo. Bruna ha sentido unas ganas terribles de tocarlo. Se ha acercado y se ha puesto a tocar las teclas con un dedo.

Al cabo de un momento ha oído una voz que cantaba y que se le acercaba. Cada vez la oía más cerca. Cuando ya estaba a su lado, la voz le ha susurrado:

"Soy Amadeus Mozart"

Y Bruna ha pensado:

"¡Ostras, Mozart,
un compositor muy famoso!"

Entonces Mozart les ha dicho a los hermanos:

"Hace mucho tiempo compuse mi
última sinfonía, pero no
pude llegar a tocarla nunca"

Y después les ha contado un secreto:

"Si la encontrarais, podríais interpretarla
mágicamente con este piano"

En ese momento, Fritz se ha colado dentro del piano. Los hermanos han corrido a abrir la tapa para sacarlo de allí, pero Fritz ya salía de nuevo con unos papeles enganchados en la cola.

¡Era la partitura!

Entonces Bruna y Jac han colocado las manos sobre el piano y, sin saber cómo, han hecho que sonara la melodía más maravillosa que habían oído nunca.

¡La última sinfonía de Mozart! ¡Guaaau!

¡Haz clic!

La gente de la plaza ha rodeado a los niños para escucharlos. Y cuando han terminado de tocar, la gente los ha aplaudido con todas sus fuerzas. Las luces de Navidad de la plaza se han encendido de golpe, incluso se ha iluminado la estrella de la punta del árbol gigante de Navidad. ¡Seguro que era Mozart felicitándolos!

¡Haz clic para encender
las luces del árbol!

Pero ¿a dónde se había ido la voz de Mozart?

Los hermanos y Fritz han empezado a buscarla por los puestos del mercado de antigüedades. Han acercado la oreja a la parte de atrás de unas cómodas, al interior de unos baúles enormes, a los bajos de unas sillas… Nada de nada, no la oían por ninguna parte.

Jac se ha topado con un telescopio y ha intentado mirar. El ocular estaba lleno de polvo y no se veía nada, así que lo ha limpiado con la manga del abrigo. Ha enfocado el telescopio hacia la ciudad y al mirar ha visto un cartel que decía:

"Cafetería"

Entonces ha tenido una intuición y ha dicho:

"¿Y si está en la cafetería?"

Y señalándosela a Bruna y Fritz, ha dicho:

"¡A lo mejor la encontramos allí!"

Encuentra el telescopio y clícalo
para ver a través de él

Los tres se han dirigido a la cafetería. Cuando han entrado los ha envuelto una calidez muy agradable y un olor delicioso. Olía a café recién hecho y a pasteles artesanos. El ambiente que se respiraba era de alegría. El local estaba lleno a rebosar y todo el mundo hablaba con entusiasmo.

La clientela resultaba muy curiosa: algunas personas llevaban ropa un poco estrafalaria, otras tomaban apuntes en libretas o dibujaban. Eran pintores, escritores, músicos, pensadores...

¡Todos artistas!

Los dos hermanos han recorrido la cafetería y al fondo han encontrado una nota que decía:

“Hola niños, soy Mozart. Como estoy tan contento por el regalo que me habéis hecho esta tarde tocando mi última sinfonía, me hace mucha ilusión invitaros a merendar”

Y Bruna y Jac, a los que se les había hecho la boca agua al ver los pasteles, han aceptado la invitación del músico. Bruna se ha pedido una tarta Sacher, y Jac y Fritz han compartido unas galletas navideñas.

¡Mmm...!
¡Estaba todo exquisito!

Cuando se han terminado la merienda, el camarero les ha dado una carta de parte de Mozart. Los niños la han abierto a toda prisa y la han leído:

"Hermanos, el secreto de un gran intérprete es pasar horas y horas tocando su instrumento. Si queréis ser buenos músicos, tenéis que practicar mucho. Eso es lo que yo hacía, y he disfrutado muchísimo tocando el piano, el clavicémbalo y el violín. ¡Os animo a hacerlo!"

Se hacía tarde y los niños tenían que marcharse. De camino al Globus, Bruna se ha guardado con cuidado en el bolsillo la partitura de la sinfonía del compositor. Así podrían practicarla a cuatro manos cuando llegaran a casa.