Gutenberg y un invento
lleno de letras

Bruna y Jac han viajado a la Alemania del siglo xv. Han aterrizado el Globus en una ciudad a orillas del río Rin llamada Maguncia, que está llena de casas con franjas de colores y tejados triangulares.

Los dos hermanos y Fritz estaban dando una vuelta por las calles adoquinadas típicas de la ciudad cuando, de repente, han oído un ruido muy fuerte que se repetía.

Plaf, plaf...

¿Qué podía ser? Venía de un taller que tenía la puerta entreabierta. Han entrado y han visto una especie de máquina de madera con un tornillo muy grande en medio y un tablón debajo. Un hombre muy fuerte lo bajaba hasta que el tablón presionaba una hoja que estaba sobre una mesa.

Bruna ha exclamado:

"¡Es una imprenta! ¡Y ese señor debe ser
Johannes Gutenberg, su inventor!"

Le han preguntado y, efectivamente, era él, el creador de la primera imprenta moderna. ¡Ahora ya no había que hacer a mano las copias de los textos y de los libros!

Era un invento tan importante que Gutenberg tenía un montón de trabajo. Todo el mundo le pedía copias y más copias de escritos y la imprenta iba a toda máquina. Los niños y Fritz estaban fascinados, todo iba tan deprisa que parecía que las letras bailaban y se reordenaban para crear palabras suspendidas en el aire.

En ese momento estaba imprimiendo folletos con una noticia histórica:

¡La ciudad de Constantinopla había sido
derrotada y se había acabado
el antiguo Imperio bizantino!

Gracias a la imprenta, la noticia se difundiría rápidamente por toda Europa. Pero ¿qué medio de transporte podían usar para repartir los folletos?
Jac ha tenido una idea:

"¿Y si lanzamos los folletos desde el Globus?"

Y eso han hecho. ¡Ha sido todo un éxito! Antes, los ciudadanos de Maguncia nunca habían podido conocer las noticias tan rápidamente!

Cuando ya hacía rato que lanzaban folletos, Fritz se ha asomado a la popa del Globus y se ha inclinado hacia abajo. Jac lo ha visto y menos mal que ha estado rápido de reflejos: con el cordón de los prismáticos ha podido enganchar a Fritz ha conseguido volver a meterlo en la barca. “Pero ¿qué haces, Fritz? ¿No ves que te podías haber caído?”, le ha regañado Jac.

Entonces, Fritz le ha señalado con la pata una abeja que estaba dando vueltas por allí y le ha explicado que estaba mirándola. La abeja se movía de una forma muy extraña, haciendo eses arriba, abajo y hacia los lados, hasta que se ha parado sobre el borde de la barca. Entonces los dos niños y Fritz han visto que tenía algo en la boca.

¿Qué era?

Se han fijado bien: tenía una forma alargada y olía a azúcar tostado. ¡Era una almendra caramelizada! Mmm... ¡Qué buen olor desprendía!

La abeja ha empezado a volar. Fritz se ha rascado la barriga, tenía mucha hambre, y ha pedido a Jac que siguieran la abeja para ver si iba donde estaban esas almendras tan buenas. Así que Jac ha cambiado el rumbo del Globus y han seguido la misma dirección que el insecto.

Al aterrizar el Globus, Fritz ha corrido detrás de la abeja. Esta ha entrado en una casa por un ventanal. Como la casa estaba cerrada, los hermanos y Fritz han llamado a la puerta. Les ha abierto un señor que iba vestido de cocinero, que tenía muy mala cara y que se cogía una mano con la otra. “¿Qué te pasa?”, le ha preguntado Bruna. “Que me ha picado una abeja en el dedo y me duele mucho...”, ha refunfuñado el hombre.

Bruna le ha explicado que conocía un remedio para las picaduras de insectos: “Tienes que mojarte un poco la zona de la picadura y después frotarla suavemente con una pastilla de jabón”. Él ha ido hacia el baño para probarlo y cuando ha salido no podía estar más contento:

"¡Qué remedio más bueno! ¡Ya no me duele!"

Para agradecer a los niños su ayuda, los ha invitado a un pastel que acababa de inventar y que llamaría bienenstich para recordar que, mientras lo preparaba, le picó una abeja.

uando han visto el pastel, a los dos hermanos y a Fritz se les ha hecho la boca agua. ¡Qué buena pinta que tenía! Y cuando lo han probado se han quedado maravillados. ¡Estaba buenísimo! ¡Seguro que ese pastel se haría famoso en todas partes!

Los niños y Fritz han dado las gracias al maestro pastelero y se han despedido. Cuando han salido de la casa, han visto que la abeja volaba cerca del ventanal con la boca llena de almendras. ¡A ella también le encantaba el pastel!

En el camino de vuelta a casa, Burna, Jac y Fritz han lanzado los folletos que todavía tenían dentro del Globus por todas las ciudades y los pueblos de Europa. Y se han guardado uno para cuando llegaran a casa. ¡Lo enmarcarían y lo colgarían en el estudio para recordar el gran día que han vivido con uno de los inventores más importantes del mundo y con el maestro pastelero!

¡Qué recuerdo!