Bruna y Jac han aterrizado el Globus en la Praga del siglo XVI. Hacía frío y las calles estaban vacías. La ciudad se veía gris y apagada...
Los dos hermanos y Fritz han caminado hasta la plaza central y allí han encontrado a un señor que, con voz triste, les ha explicado que el gran reloj astronómico de la plaza, que siempre había marcado las horas y los meses, hacía tiempo que no funcionaba.
Y ha añadido:
"¡En Praga ya no sabemos en
qué día vivimos! Hemos perdido
la esperanza de que llegue la primavera."
De repente, Fritz ha corrido hacia la torre del gran reloj y ha empezado a subir por las escaleras de caracol. Jac y Bruna lo han seguido hasta que han llegado arriba. Allí había una campana y el mecanismo de funcionamiento del reloj. Bruna ha exclamado:
"¡Tendríamos que entrar en el
mecanismo para ver qué pasa!"
Pero era demasiado estrecho, ¡no cabían!
Entonces, Fritz ha tomado aire por la nariz y lo ha sacado todo con fuerza por la boca, ha metido barriga y se ha introducido entre las poleas del reloj. Jac ha gritado:
"¡Ten cuidado!"
Fritz ha ido deslizándose por las poleas hasta que, entre dos engranajes ha encontrado un nido de pájaros. Ha cogido el nido con la cola y, poco a poco, lo ha trasladado hasta el suelo.
¡El mecanismo del reloj
ha empezado a moverse y
las campanas se han puesto a tocar!
En ese momento, la ciudad ha dado un cambio mágico: del blanco y el negro ha pasado a teñirse de todos los colores del arco iris.
¡El frío invernal se ha marchado
y ha vuelto a lucir el sol!
Bruna se ha fijado bien y ha visto que el reloj marcaba el inicio de la primavera.
¡Viva!
La campana sonaba tan fuerte que todo el pueblo ha salido a las ventanas y a los balcones de sus casas para ver qué pasaba, y después todos se han dirigido hacia la plaza.
¡Praga volvía a ser
la misma de siempre!
La gente estaba tan contenta que se ha puesto a hacer todo lo que no podía hacer desde hacía mucho tiempo. Los músicos han sacado los instrumentos y han empezado a tocar, los bailarines se han puesto a bailar, los tenderos han montado sus puestos... En un abrir y cerrar de ojos, el mercado de la plaza central estaba en marcha y todos los artesanos trabajaban en sus obras.
A Jac le ha llegado un olor exquisito y ha seguido su rastro. Venía de un puesto donde estaban haciendo pastelillos. El pastelero le ha dado dos y Jac los ha compartido con Fritz.
Se los han comido
en un momento.
¡Estaban buenísimos!
Mientras tanto, Bruna ha ido a ver la representación de unos titiriteros Han contado una historia muy divertida.
¡Ja, ja, ja!
Cuando han terminado de actuar, Bruna se ha acercado a mirar los títeres y uno de ellos, el mago, le ha dicho:
“Hola, bonita.
¿Podrías ayudarme?”
Bruna ha dado un salto hacia atrás. ¡Era un títere que hablaba solo! El mago, al ver que Bruna se quedaba tan sorprendida, le ha insistido:
“Sí, sí, te estoy hablando yo, no te asustes.”
Los títeres de Praga, cuando la gente del pueblo está contenta, lo notan y, de pronto, cobran vida propia.
Bruna ha sonreído y le ha contestado:
"¡Ah, qué bien!
¿Y a qué quieres que te ayude?”
El títere le ha explicado que él y los otros títeres del puesto siempre iban a ver cómo salían las figuritas del gran reloj astronómico cuando llegaba la primavera; pero que, desde que el reloj se había estropeado, hacía tanto tiempo que no iban que ya no recordaban ni dónde era. Entonces, Bruna ha exclamado:
"¡Pues claro que os acompañaré!"
Y el mago, la princesa, el rey, la bruja y más títeres han seguido a Bruna cantando y bailando. Jac y Fritz se han sumado al desfile y todos juntos han caminado hasta la plaza central. Al llegar, se han sentado en el suelo y han esperado que fueran las siete en punto de la tarde.
Cuando han sonado las siete campanadas, las figuritas han salido por las ventanas del reloj: San Pablo, Santo Tomás, San Pedro, San Juan y los demás. Todos los títeres se han levantado y los han saludado con la mano, y las figuras los han saludado con la cabeza.
Después, el gallo ha salido por una ventanilla que había por encima de las otras y los títeres se han puesto a aplaudir.
¡Bruna, Jac y Fritz
no podían dejar
de sonreír!
Cuando las figuritas se han vuelto a esconder, Bruna se ha despedido de los títeres y ha mirado el reloj. Un montón de pájaros estaba entrando en el campanario para irse a dormir. Ya era hora de volver a casa.
Los dos hermanos y Fritz estaban contentísimos. Sabían que, con el buen tiempo, nacerían de nuevo pájaros en el nido que Fritz había sacado del mecanismo del reloj.
¡Qué ilusión!