El primer árbol de Navidad
del mundo

Bruna y Jac han aterrizado el Globus en la plaza del Ayuntamiento de la ciudad de Tallin. Era la Nochebuena del año 1441, estaba nevando de lo lindo y el castillo parecía completamente enharinado.

Olía a pan recién hecho, los músicos afinaban los instrumentos y un montón de niños corrían de allá para acá alrededor de un abeto enorme. ¡Los dos hermanos no habían visto nunca un árbol tan alto!

Cerca de los niños había un joven flautista que les ha explicado:

"¡Esta noche, como cada año, quemaremos
el abeto para celebrar la Navidad
alrededor de una gran hoguera!"

Y ha añadido que, cuando todo el mundo estuviese en la plaza, empezaría la fiesta.

Los dos hermanos y Fritz se han sentado en el suelo y, mientras esperaban, Jac ha tenido una idea:

"¿Y si decoramos el árbol?"

Pero por allí no había puestos donde comprar adornos. ¿Con qué podían decorarlo? Entonces Fritz ha salido como alma que lleva el diablo. Un momento después, ha vuelto con un cucharón de madera que había encontrado delante de una taberna y lo ha colocado en el árbol. Bruna ha exclamado:

"¡Buena idea, Fritz! ¡Buscaremos objetos
por la ciudad para adornar el abeto!"

Buscando y buscando, Jac ha encontrado una llave de hierro y Bruna, una jarra. Los niños de la plaza también se han apuntado a buscar objetos. Poco a poco, han ido recogiendo un montón de adornos y los han ido repartiendo por el árbol. Le han colgado frascos de vidrio, ruedas de madera, cuencos de cerámica...

¡Pero a las ramas más altas no llegaban! Entonces, Bruna le ha propuesto a Jac: "¿Quieres subirte a mis hombros?". Y cuando Jac se ha subido, le ha preguntado a Fritz: "¿Quieres subirte a mis hombros?". Y Fritz también se ha subido.

Los otros niños, al verlos, también han empezado a hacer castillos subiéndose unos encima de otros. ¡Incluso se han apuntado algunos adultos y han hecho torres muy altas! Daba gusto ver que, entre todos, han podido decorar el abeto hasta la copa. ¡Qué bien, trabajando todos juntos enseguida han tenido el árbol adornado!

En ese momento, un enjambre de luciérnagas ha llegado volando y se han ido instalando entre las ramas del abeto. Era algo extraordinario...
¡Brillaban y echaban chispas
como luces de Navidad!

Poco a poco han llegado los ciudadanos que faltaban. Todos estaban boquiabiertos viendo el árbol de Navidad engalanado. ¡Ha quedado tan bonito que han decidido cambiar la tradición: en vez de hacer una hoguera con él, cada año lo decorarían.

Para celebrarlo, los habitantes de Tallin han invitado a los hermanos y a Fritz a acompañarlos en una de las tradiciones de la Nochebuena: ¡visitar una sauna! Los niños y Fritz han aceptado la invitación. Era un lugar muy bonito: una sauna dentro de una cabaña de madera en medio del bosque, completamente rodeada de nieve. ¡Se han bañado y ha sido muy divertido!

¡Qué calentita estaba el agua!

Pero la tradición también mandaba que, después de la sauna, había que tomar una ducha fría. Y los hermanos y Fritz no se atrevían. Jac miraba de lejos cómo se metía la gente en la ducha y, pasito a pasito, se ha ido acercando... Hasta que ha metido un pie... y entonces ha exclamado:

"¡Ostras, está helada!"

Bruna se ha echado a reír, se ha colocado detrás de su hermano y, empujándolo un poco por la espalda, lo ha metido en la ducha. "¡Uaaaa!", ha gritado Jac. Y después, mientras se reía, ha agarrado a Bruna por el brazo y también la ha metido en la ducha. "¡Brrr! ¡Nunca en mi vida he tenido tanto frío!", ha chillado Bruna.

Fritz se ha escapado, no quería ni oír hablar de agua helada, pero cuando ha visto que todo el mundo salía de la ducha con una sonrisa de oreja a oreja, se lo ha pensado mejor. Qué gracia, cuando Fritz ha entrado en la ducha, ha cambiado de color y ha pasado del verde al rosa.

Tenía muchísimo frío, pero estaba tan contento de haberse atrevido a darse una ducha helada que ha salido haciendo la señal de victoria con los dedos. ¡Estaba seguro de que ningún camaleón había hecho nunca antes una proeza como esa!

Hacía rato que había oscurecido y ya era hora de marcharse. Antes de volver a subir al globo, los habitantes de Tallin les han regalado a los dos niños y a Fritz un trocito de rama del abeto.
¡Qué ilusión, tener un recuerdo del primer árbol de Navidad del mundo!