La inspiración de
Pablo Picasso

Bruna y Jac han sobrevolado el París del año 1907. El barrio de Montmartre estaba lleno de artistas y los dos hermanos querían conocerlos, así que han aterrizado el Globus en la plaza «du Tertre», donde los pintores hacían sus obras de arte al aire libre.

¡Oooh!
¡Qué ambiente
más agradable!

Mientras paseaban, han visto a un hombre que les ha llamado la atención. Llevaba una boina y una camiseta blanca de rayas azules, como de marinero, y pintaba en un caballete. Se han acercado y Bruna lo ha reconocido:

“¡Es Pablo Picasso!”

El pintor, con una mirada profunda, ha dicho a los niños:

“Sí, el mismo.
¿Os gusta la pintura?”

Bruna ha dicho que sí con la cabeza y Picasso les ha enseñado su cuadro. Los dos hermanos y Fritz han empezado a mover la cabeza para tratar de entender la obra de arte, pero no había manera.

Era un cuadro lleno de rectángulos, cubos y otras formas colocadas de manera extraña.

¡Parecía
un rompecabezas!

Entonces, Picasso les ha explicado que se había cansado de pintar lo que veía tal como era y que estaba probando a dibujar de otro modo. Y ha añadido:

"Pero hoy no puedo seguir pintando,
no encuentro nuevas figuras geométricas que me inspiren..."

Así que Jac le ha propuesto a Bruna:

"¿Y si ayudamos a Picasso
buscando formas divertidas?

A Bruna le ha parecido buena idea y se han puesto a investigar. Han buscado por todos los rincones de la plaza, han subido y bajado por avenidas y han dado vueltas por calles y callejones. Y al final...

¡lo han conseguido!

Jac ha encontrado una loncha de queso, Fritz una moneda y Bruna una hoja en forma de trébol.

Cuando el pintor ha visto esos objetos, han empezado a brillarle los ojos, ¡y la mano, como si estuviera hipnotizada, se ha puesto a moverse sola y a pintar sin parar!

¡Qué bien, ha funcionado!
¡Picasso volvía a dibujar!

De repente, Picasso se ha levantado del taburete donde estaba sentado y ha exclamado:

“¡Niños, estoy contentísimo, he recuperado la inspiración y todo gracias a vosotros! ¡Os invito a una crêpe para celebrarlo! ¿De qué la queréis?”.

Jac ha elegido una crepe de chocolate, Bruna de jamón y queso, Fritz de mermelada de fresa y Picasso de crema de castañas.

¡Mmm...! ¡Estaban todas buenísimas!

Cuando se las han terminado, Picasso le ha preguntado a Bruna si habían visitado el Museo del Louvre. La niña le ha respondido que no y él ha exclamado: “¡Pues eso no puede ser! Con lo que a ti te gusta el arte... ¡Es uno de los museos más importantes del mundo! ¡Ahora mismo os acompaño!”.

Y eso han hecho. Cuando han llegado al museo, se han quedado maravillados. ¡Era un palacio real enorme! Y cuando han entrado, se han quedado más sorprendidos todavía, había muchísimas obras de arte, e todo tipo y por todas partes.

Primero han entrado en una sala llena de cerámicas. Fritz se ha puesto detrás una jarra y Jac lo ha localizado con los prismáticos. Y, como les ha gustado tanto, han empezado a jugar al escondite por todos los rincones del museo.

Fritz se escondía debajo de los bancos o dentro de los tiestos de las plantas, se envolvía en las cortinas, se colgaba de las lámparas... Y Jac lo buscaba con los prismáticos mientras aprovechaba para mirar los cuadros desde diferentes perspectivas.

¡Toma, qué pinturas
más espectaculares!

Mientras tanto, Picasso iba explicando las obras de arte a Bruna. Cuando se han parado delante de la estatua de la Venus de Milo, Picasso le ha dicho a la niña:

“¿A que parece que se mueve?”

Bruna ha abierto mucho los ojos y... ¡sí, la estatua ha movido la cintura como si bailara! ¿Cómo podía ser?

Bruna, que estaba totalmente asombrada, ha dicho en voz alta:

“¿Pero cómo puede ser que
todo esto esté pasando?”

Y Picasso le ha explicado lo que él pensaba:

“Hoy tengo muchas ganas de crear gracias a vuestra ayuda y me parece que incluso las cosas extraordinarias que imagino pasan de verdad”.

Bruna y el artista se han echado a reír y han acordado que, si algún día él perdía la inspiración otra vez, les mandaría una carta a los niños para que volvieran a París a ayudarlo de nuevo.

Poco a poco, el museo se ha ido quedando vacío hasta que se han quedado solos. No tenían ganas de irse, se habrían quedado en el museo dos días seguidos de tanto que les gustaba. Pero un guarda los ha avisado de que ya era la hora de cerrar y han tenido que irse.

Los dos hermanos y Fritz se han despedido de Picasso y han vuelto a montar en el Globus.

Estaban muy satisfechos, habían aprendido un montón con lo que les había enseñado su nuevo amigo artista. ¡Qué ganas de llegar a casa y probar a pintar como él!